Fue un estallido celeste: en las canchas sudafricanas y en las calles de nuestro país. En las canchas, con un equipo que ganó la serie más difícil, que protagonizó el partido más apasionante del mundial -contra Ghana- y que desplegó todos sus recursos deportivos y anímicos contra Holanda y Alemania perdiendo con dignidad. Que tuvo en Forlán al mejor jugador del evento. En las calles con un creciente y estruendoso acompañamiento popular a la Selección que tuvo su apogeo el martes 13 de julio, a pesar del frío reinante, en la caravana que acompañó al equipo. Cálculos conservadores indican que más de 400.000 personas exultantes se volcaron al pasaje de los jugadores y en el acto final del Palacio Legislativo, con llamativa participación de jóvenes y mujeres. Cuesta recordar otra celebración colectiva tan alegre y compartida. Los uruguayos fuimos los primeros en asombrarnos del fenómeno. En lo deportivo marcó el regreso de nuestro fútbol al primer nivel mundial luego de un largo proceso de deterioro. En lo social, lo cultural y lo anímico parece significar más. ¿Fue el triunfo de la planificación, de la disciplina, de la falta de soberbia? ¿Qué rol desempeñó Tabárez? ¿Qué resortes movió en la gente? ¿Qué relación tiene con lo que sucede con el país en general? ¿Se puede proyectar ese estado de ánimo a otras actividades? ¿Se termina el país del bajón? Doce formadores de opinión analizan y reflexionan este estallido celeste con diversos enfoques y llamativas coincidencias.
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